Desde las primeras conferencias internacionales sobre banca comercial y cambio climático, los principales bancos del mundo han reconocido el desafío que representa el calentamiento del planeta y los riesgos que este supone para nuestra sociedad y estilo de vida.
No obstante, el abordar el problema desde una perspectiva de entidad financiera sigue siendo una tarea compleja. Según los Mapas de Opinión Climática 2020, preparados por Yale University, una de las universidades más prestigiosas del mundo, las mediciones y encuestas a altos ejecutivos de bancos sobre las medidas que se pueden desarrollar para combatir el cambio climático casi siempre apuntan hacia las acciones que promueven la protección del ambiente y la conservación de los recursos naturales. Curiosamente, muy rara vez se identifica el potencial de las entidades financieras para catalizar la transacción hacia una economía más inclusiva, sostenible, resiliente y baja en carbono, que también tiene el potencial para reducir el impacto ambiental humano actual.
En diversas ocasiones que hemos sido consultados sobre potenciales estrategias que podrían explorar las entidades financieras para movilizar su acción climática e impulsar la necesaria transición. Incluso en el contexto actual, en el que la senda de desarrollo ha sido profundamente afectada por la pandemia y conflictos armados, cuyas consecuencias podrían sobrepasar las previstas en los escenarios más desfavorables, nuestra sugerencia ha sido la misma que hoy damos a los bancos de la República Dominicana: Establecer un sistema de comercio de emisiones.
¿Cómo funcionaría esto?
Según datos del Banco Mundial, el consumo de electricidad de un hogar dominicano promedio es de 5,360 kWh por año, lo que equivale a una huella de carbono de 3.3 toneladas de dióxido de carbono equivalente.
Por ejemplo, el Banco Popular Dominicano ya ofrece financiación climática a sus clientes a través de préstamos con condiciones preferentes para la instalación de paneles solares y otras soluciones libres de combustibles fósiles, como calentadores de agua solares, electrodomésticos eficientes, movilidad eléctrica y sostenible, bombeo solar y asesoría para ahorrar energía en residencias y oficinas; todo ello a través de su portafolio de productos y servicios verdes denominado Hazte Eco, pionero en el mercado local. Además, el Popular es líder en financiamiento de infraestructuras de energía limpia en el país, con presencia en instalaciones fotovoltaicas, eólicas y de biomasa.
Si una familia recibe este tipo de financiamiento para adquirir, por ejemplo, paneles solares, vehículos eléctricos y electrodomésticos con mayor eficiencia energética, esta reduciría su consumo de electricidad, la cual es generada principalmente con carbón, derivados del petróleo y gas natural. Este ahorro de energía, tendría un impacto positivo significativo en el presupuesto de la familia, y también la habilitaría para generar créditos de carbono (toneladas de CO2), que se pueden transferir a otros clientes del banco que quieran reducir su huella de carbono.
Además, el propio Banco Popular lleva décadas apostando por una visión sostenible, fundamentada en siembras masivas de árboles en zonas prioritarias, la preservación de los recursos hídricos, la generación de energía solar para su red de oficinas, el monitoreo de calidad del aire en sus sucursales o la implantación de una cultura 3R, que fomenta entre sus colaboradores y suplidores la reducción, reutilización y reciclaje de residuos, entre otras líneas de actuación. Esta experiencia acumulada, permitiría a la entidad financiera asegurar la eficiencia, competitividad y transparencia que demandarán los generadores de créditos de carbono y los interesados en adquirirlos.
Esta visión sostenible a lo externo e interno de la organización está estrechamente vinculada a los objetivos de negocio de la organización financiera y va alineada a sus compromisos con los Principios de Banca Responsable de las Naciones Unidas, siendo el único banco dominicano y del Caribe insular en haberlos asumido.
La banca, catalizador del cambio
Con un sencillo ejercicio podemos ver cómo un banco puede ser un catalizador natural de la transición energética sostenible y, al mismo tiempo, impulsar una agenda ambiciosa para la acción climática. Una entidad financiera puede ofrecer más financiamiento verde, incluso con tasas de interés más bajas o con otras condiciones favorables para los clientes, si estos transfieren sus créditos de carbono al banco. El banco puede recuperar parte del retorno de la inversión a partir de una tasa de interés más baja, si puede vender los créditos de carbono a los clientes que desean compensar su huella de carbono. El resultado del ejercicio es una mayor cantidad de usuarios de la energía renovable, que implementan acciones de eficiencia energética y que han pasado a la movilidad eléctrica sostenible.
Si se establecen precios accesibles para los créditos de carbono, por ejemplo, 5 dólares por tonelada de CO2, un hogar dominicano puede compensar la huella de carbono derivada del consumo de electricidad por tan solo 17 dólares al año. Con el tiempo, el precio del carbono puede aumentar para reflejar su valor social y estimular a los clientes a hacer cambios hacia cero emisiones netas, por ejemplo, al año 2050. El mismo flujo de caja puede apoyar el desarrollo de otros productos financieros climáticamente inteligentes para introducir, de forma gradual y flexible, equipos y electrodomésticos que representen los estándares más altos de eficiencia energética doméstica.
Con este sistema de compensación de la huella de carbono, los clientes del banco (personas y empresas) estarían más dispuestos a participar en un sistema interno de comercio de emisiones de este tipo, en comparación con los clientes de otros bancos de la competencia. Alternativamente, para atraer nuevos clientes, el banco podría conservar los créditos de carbono y ofrecer cuentas bancarias carbono-neutrales como un servicio adicional a sus clientes existentes y nuevos.
Desde luego, para hacer esto se necesitarían muchos más créditos de carbono, pero ello podría impulsar el desarrollo e implementación de nuevos proyectos, tanto de inversión como de desarrollo, en hogares, MiPymes, comunidades y organizaciones sociales, que también generarían créditos de carbono.
Compromiso con la acción climática
Recientemente, el Banco Popular ha sido certificado de nuevo como una entidad carbono-neutral, que ha logrado compensar su huella de carbono mediante una combinación de medidas de eficiencia energética, energías renovables y proyectos de reforestación y deforestación evitada. Además, cuenta con certificaciones nacionales de Sostenibilidad 3R (Reducir, Reusar y Reciclar) para diversos edificios corporativos y oficinas, que avalan la implementación efectiva de un sistema de gestión ambiental interno.
Todos estos hitos, resaltan el compromiso de la entidad con la acción climática, la conservación de la biodiversidad y la mejora de las condiciones y calidad de vida de las comunidades donde se implementan dichos proyectos.
Aún se puede seguir haciendo más en este ámbito. Los excedentes de carbono del banco se pueden utilizar para compensar la huella de carbono de otras entidades financieras del país. Esto muestra como la carbono-neutralidad puede también ser parte importante de los servicios interbancarios.
Desde luego, un banco promedio no invertirá en tal idea de negocio. Son sus clientes quienes tienen el poder de exigirle que comience por alguna parte, por ejemplo, disponiendo préstamos asequibles para acciones sostenibles, tecnologías eficientes y otros productos financieros climáticamente inteligentes.
Por su lado, los bancos pueden sensibilizar a sus clientes sobre la oportunidad que tienen para contribuir con el desarrollo del país y la sostenibilidad del planeta, innovando con la idea de que un préstamo se puede amortizar con instrumentos que van más allá de los ingresos.
Ser un banco carbono-neutral es complejo, pero viable y rentable, como demuestra la trayectoria del Popular. No hay una formula única para lograrlo, pero todo apunta a que el primer paso es desarrollar una visión hacia la sostenibilidad que sea compartida por el banco y sus clientes.